Nuevo E.P. «RETRO» – Descárgalo Gratis
Se cumplen 20 años del debut de mi primer grupo (Art School, 1996) y se cierra un ciclo de alegrías, experiencias y mucha música para compartir, tanto en formato audio como en video HD. 🙂
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Recuerda que puedes descargar el E.P. RETRO by Harry Up! pulsando sobre la foto o en este enlace
Y recuerda que tienes a tu disposición la serie de producción completa [Hombre Orquesta]. Para saber más, pulsa sobre la imagen o en este enlace
Nuevo EP
Llega el momento de anunciar cosas bonitas. 🙂
Produce Audio – Blog
Acabo de relanzar el blog ProduceAudio.net, un sitio donde compartimos consejos, trucos y técnicas de producción de audio profesional sin salir de casa y al alcance de cualquier mente y de cualquier bolsillo.
Es gratis y serás binevenidx.
I just relaunched the blog ProduceAudio.net, a site where we share tips, tricks and techniques for professional audio production at home, for any mind and for any budget.
It is a free site (in Spanish, though) and you will be welcome
Diario de Ruta 10
El lunes comenzaba la cuenta atrás. Por la mañana estuve pateando ensayos y tiendas de discos de la zona. Por la tarde reposo y, ya de noche, concierto en el Whisky a Go Go de Barb Wire Dolls, un grupo de punk-rock liderado por una tía que está de la olla. Bolazo en una sala que tiene en su programación a gente como Puddle of Mudd, Steven Addler, Canned Heat o Pretty Boy Floyd, por nombrar algunos.
El martes hice un curso de ProTools. 8h de video y apuntes que me clavaron a la silla como un perro. El miércoles fui a visitar el estudio del manager y productor catalán Joan Pla, de Vendetta Entertainment, con el que tuve una charla cojonuda. Gran tipo, sin duda.
El jueves a casa de Lillian a producir un tema para un concurso online. Era una canción de punk rock grabada en el ensayo de la banda, Dry Clean Only, y fue todo un reto hacerla sonar. La puedes oir (y votar) aquí. Por la noche, quedada con Ramón, Guillermo y las chicas a la que se unió un guitarrista maño llamado Gabi que lleva poco tiempo en la ciudad. Lo pasamos de cine hablando de música y anécdotas y comparando la vida en los USA y en nuestra querida patria. Qué morriña, por Dios.
El viernes madrugón, porque había que recoger el coche de alquiler que nos llevaría a Guillermo, María, Mar y a mí a Las Vegas, la capital del juego, el vicio y la perversión. Durante el viaje, pasamos por lugares míticos como el Valle de la Muerte (donde se registran las más altas temperaturas del planeta, y ese día no fue una excepción). La fauna local, cuervos y serpientes de cascabel. De la flora poco que hablar. Llegamos sobre las 8PM y, tras la cena y una ducha, nos fuimos a ver la urbe con más luces del mundo. El Belaggio, El Caesars Palace, el Golden Nugget… qué pasada. Sé que estoy saltándome a la torera el dicho «what happens in Vegas, stays in Vegas«, pero es para contarlo.
Se puede caminar durante millas conectando un casino con otro sin ver la luz del sol. Dentro, desde canales con góndolas hasta tiendas de grandes marcas y todo lleno de tragaperras, mesas de juego y gente completamente aberrada.
El sábado madrugón para irnos al Gran Cañón del Colorado. Viaje de 3h en coche y, una vez allí, parking y a subirnos al shutter (también está la opción helicóptero, algo fuera de presupuesto) que nos llevaría primero al Rancho Hualapai que, con todos mis respetos, era la décima parte de interesante que el poblado de Tabernas, en Almería. Un par de caballos, un fake Saloon y tira millas. Luego nos llevaron al Eagle Point. Ahí sí que flipamos, pero bien. Un agujero de más de 1km de profundidad al que puedes asomarte sin barandillas. Allí está el famoso Skywalk, una plataforma de cristal que sobresale unos metros de la cornisa y donde no se pueden hacer fotos. ¿?. Me sudan las manos todavía. Qué pasada. Al lugar lo llaman así porque hay una figura en la tierra que parece un águila de espaldas, aunque la vimos de milagro, porque nos lo dijo la conductora del shutter antes de llevarnos al siguiente punto: Guano Point.
Aquí flipamos más aún, ya que el rio hace una curva y se ve mejor el corte. Y allí encontramos una mina de principios del siglo XX y activa hasta 1960 de la que extraían caquita de murciélago para usarla como combustible (la pregunta del siglo: ¿¿a quién se le pudo ocurrir semejante idea de ir hasta allí a cavar y sacar combustible fósil en 1916??).
Las vistas eran impresionantes, completamente diferentes a todo lo que mis ojos han visto hasta hoy. No hay palabras, en realidad.
Tras unas horas, vuelta a Las Vegas, cenita y ducha y al Rio, a ver las World Series of Poker en vivo. Después de tantos años de poker y de tanto video, era como cerrar un ciclo maravilloso siendo público de la featured table (donde el gran Daniel Negreanu se las jugaba a pares). Qué emocionante y qué ganas de jugar unas manos…. 🙂
Luego visita al downtown. Qué flipada, amigxs.
Así que el domingo, check out y al Golden Nugget a jugar un rato. Mesa de cash con ciegas 1$/2$ y un montón de gamblers sin dormir. Había que probar suerte, pero las cartas no entraron. Al final un fake even (perdí las ciegas), pero pasé un rato alucinante. Luego, siguiendo instrucciones precisas de mi superjefa Alessia a través de whatsapp, metí un dólar en una tragaperras y…. premio! 🙂
Luego comidita y vuelta a L.A. para llegar allí bien entrada la noche, a mi último alojamiento en la ciudad. Esta vez en Venice, con Alexander, un joven diseñador, y con dos jóvenes dibujantes de origen chino con talento a raudales: Hongyu Zhou y Xonic Tang. No dejéis de chequear su trabajo porque son brutales (y aún están estudiando). Ojo a la caricatura que me regaló Hongyu la noche del lunes. Pa flipar. 🙂
El lunes preparativos y descanso y el martes a volar de vuelta al este, a Newark, donde mis queridos Chadd e Ivonne (y mis sobrinitas Thea y Luz) me esperan para darme cobijo unos días mientras me preparo física y moralmente para la vuelta a España.
Si miro atrás, han sido cinco conciertos como intérprete, un montón como público, varias ciudades y lugares impresionantes, muchos y magníficos contactos personales y profesionales, varias bandas que pasarán por mi estudio, más de 20.000km (la circunferencia del planeta Tierra es 40.400km) y una mochila llena de fotos y recuerdos que me llevo a la tumba. No se puede pedir más en dos meses. Como decía el sabio, «la vida es un precioso libro pero, si no viajas, sólo lees una burda novela» 🙂
Gracias a mis amigos Chadd, Ivonne, Guillermo, María, Mar, Mike, Nikki, Andrew, Tyler, Jason, Jenny, Asun, Ernesto, Eric, Lori, Darryl, Jannella, Pepe, Gouaime, Ramón y un montón que me dejo en el tintero. Gracias también a los míos en España, que me han apoyado durante este viaje. Gracias a Carlos y Manolo, por hacer de esta gira un deleite. Y gracias a ti, por leer el diario y darme un motivo para seguir escribiendo y disfrutando.
Diario de Ruta 9
El lunes había concierto. Había quedado con mi colegón Gouaime para ir al Echo, la mítica sala en Silver Lake, donde tocaban un puñado de grupos. Justo en la acera opuesta, en el Whisky a Go Go, tocaba el legendario John Mayall, una pena perdérmelo (aunque tuve el placer de verlo desde la ventana del camerino que da a la calle). Cuando entré en la sala, era el turno de Nathaniel Rateliff, un músico de Denver – acompañado de baterista, bajista, guitarrista, organista y dos vientos – cuya propuesta Folk-Rock-Soul me dejó anonadado. Un directo buenísimo y unos temas más que pegadizos. Brutal. Luego tocaba una banda de hardcore a un volumen que desalojó la sala literalmente. Después le tocó a Phoebe Bridgers, una cantautora local – acompañada de un baterista – cuya voz angelical hizo las delicias del respetable. Elegante y dulce a partes iguales. Y, por fin, los cabeza de cartel: Tennis System. Un trio de indie rock con sonidos espaciales y temas acojonantes. Una apisonadora sónica que nos dejó patidifusos. Menudo grupazo, la gran promesa de la escena alternativa local.
Luego birras con Guaime, Nico y Pablo, y con Lillian, una joven productora que conocimos allí y que había estudiado en Granada (de hecho vivía al lado de mi casa). Noche musical en un garito con solera. Al llegar a casa, los chicos del country estaban en el patio tomando birras y me uní al cotarro. Menudo pelotazo más tonto.
El martes fue día de resacón y tocaba mudarse a Van Nuys, a una casa que tenía un estudio de grabación reconvertido en salón y dormitorio con piscina y tranquilidad. Ideal para reposar la resaca y componer. Mi querido Guillermo vive en la calle de al lado, así que le pedí una guitarra para trabajar un poquito aprovechando la calma.
El miércoles tocaba bolo otra vez. Esta vez de la mano de Ramón Blanco, un guitarrista granadino que se mudó a L.A. hace unos años y que toca en varios proyectos. Tocaba en directo en el Viper Room, otra sala mítica de la ciudad, con su proyecto The Gabrielz. Y fue brutal. Un cuarteto con baterista, bajista con sintes, Ramón a las guitarras y un cantante que era un showman. Bolazo increíble. Luego una cover band que tocaba el repertorio de R.E.M. (y que sonaban igual) y luego birras y jaleo con los músicos hasta altas horas. Que gran noche y qué gran banda. No os la perdáis, que igual pronto viajan a Europa.
El jueves pateé la zona en busca de tiendas de música, ensayos y demás tugurios musicales y, por la noche, salí de cerves por un par de garitos – The Federal Bar y Skinny Lounge – de la zona de North Hollywood – donde no encontré conciertos. La resaca del día anterior aún se dejaba notar así que me duró poco la valentía.
El viernes comida con Guille, María y Mar, por la tarde estuve premezclando el tema nuevo de The Open Spaces (pronto estará listo) y, por la noche, barbacoa y película de Jason Statham rodada en L.A. Menudo desparrame de sangre, tiros y marraneces.
El sábado era fiesta nacional, 4th of July, y fui a Pasadena, donde está ambientada la serie The big Bang Theory. Es un barrio/pueblo al noreste de L.A. Y, al parecer, era la zona rica años atrás (ahora los yupis se han mudado a Beverly Hills). Es una zona realmente bonita. Estuvimos paseando y, al atardecer, fuimos al Colorado Street Bridge a ver los fuegos artificiales del Rose Bowl, el estadio donde se jugó la final del mundial USA 94 (que ganó la Canarinha de Romario y Bebeto tras fallar en la tanda de penales el «amigo» Roberto Baggio). Espectáculo a la americana. Tras los aplausos, fuimos a cenar al Cheesecake Factoy (Penny?) y a descansar.
Por cierto, detalle en el acceso a cada puente norteamericano:
Y el domingo tocaba mudarse otra vez y elegí Echo Park. Una casa donde viven varios artistas locales, uno de ellos – Nick de Queen Magic – músico de origen australiano que hace algo parecido a Dub. Mañana concierto en el Whisky a Go Go y ahí comenzará mi última semana en Los Ángeles. Rock! 😉
Diario de Ruta 8
El domingo pasé el día en un autobús destino a Los Ángeles. El calor era asfixiante. En algunos momentos, el chófer (un tipo mexicano que hizo de mi viaje un deleite con sus historias y apuntes turísticos) debía apagar el aire acondicionado para que el vehículo no se sobrecalentase. En la parada que hace el shuttle en un BurriKing en medio de la nada, el termómetro superaba los 45º.
Mi plan era ir alquilando habitaciones con AirBnB y, cada cinco días, cambiar de barrio. Así podría ver distintas áreas de la ciudad. Pero la primera me dio en la frente. La dueña de la habitación que había alquilado el viernes no dio señales de vida, y me vi el domingo por la noche en L.A. sin un lugar donde caerme muerto.
Gracias al cielo, mi amigo Guillermo Marín y su majísima esposa María me dejaron «okupar» su comodísimo sofá un par de noches mientras encontraba otro alojamiento. ¡Gracias, hermanos! 🙂
Me recogieron en la estación y me llevaron al Santa Mónica Peer, un lugar de obligada visita donde pudimos pasear un rato y cenar. Al día siguiente, paseo por Hollywood Boulevard, la calle donde se entregan los Oscars, se estrenan las pelis de moda y en cuyas baldosas se pueden ver cientos de estrellas con nombres de ilustres personajes de las artes. Ciertamente es una zona para turistas, pero hay que verla. La calle estaba llena de actores disfrazados de superhéroes y de personajes de película. Una risa buena buena. 🙂
Esa noche tuve el honor de acompañar a Guillermo al estudio donde trabaja, Red 57, y pude verlo en acción montando unos videos para la cadena FOX sobre el mundial de fútbol femenino (la FIFA lo está promocionando a saco aquí y, casualmente, las norteamericanas son las favoritas…). Toda una experiencia, sin duda. Y qué máquina el Guille. 🙂
Al día siguiente fuimos a Venice Beach, la pequeña Venecia en L.A., una zona llena de canales donde yacen las embarcaciones de los vecinos que habitan esas casas de ensueño. Luego a pasear por la donde rodaron Los Vigilantes de la Playa. Un skate park, gente en bici, músicos tocando, predicadores abrasando y un olor a hierba que tiraba patrás. Comida en primera linea de playa y tarde de relax.
El miércoles tocaba mudarse. Al fin encontré un alojamiento en la zona de Hollywood, en Ivar Avenue, en un edificio de los años 20’s lleno de gente joven, músicos y artistas de distinto pelaje. Jesse y Melanie me recibieron cordialmente. Él es productor de cine, ella bailaora de flamenco (aunque baila de todo, incluso participó en uno de los vídeos de Jeniffer López). Hicimos migas pronto y echamos la tarde de birras y palique.
A la mañana siguiente me fui a patear toda la zona de Hollywood de nuevo, esta vez buscando tiendas de discos y escuelas de musica. Visité Amoeba Records, la mítica tienda de discos en la que pasé unas horas (me tuvieron que sacar de allí a golpes – qué pasada). Luego visité el M.I. y el SAE Institute. El primero me encantó, el segundo sólo tiene como aliciente que está en el Kodak Building, el edificio donde ruedan Pensado’s Place, una serie de vídeos sobre producción que sigo regularmente.
El viernes tocaba buscar Pawn Shops, tiendas de empeños donde hay de todo, y recorrí todas las de la zona buscando una guitarra, aunque no encontré nada serio. Por la tarde, acompañé a Guillermo a una iglesia a grabar a un cuarteto de cuerda (algunos de sus miembros han grabado música para más de 1000 películas). Cómo tocaban y cómo sonaba el tinglado. Escúchalo aquí.
Además, tocaba también mudarse de casa y de barrio, esta vez a London Street, en Silver Lake, un vecindario famoso por su vida nocturna y la cantidad de artistas que paran por allí. Llegué a casa de Jaden Larue y Sarah Petrella, dos compositoras supertalentosas que me recibieron cálidamente en su morada, una llena de instrumentos musicales y buen karma.
El sábado visitamos Chinatown, donde había fiesta y pudimos ver algo de música en directo y un montón de puestos y tiendas orientales. También tuvimos la oportunidad de lanzar una moneda a la fuente de la fortuna y pedir un deseo. La mía cayó de lleno en el cuenco de la Prosperidad. A ver qué me depara el futuro. 🙂
El domingo barbacoa en casa de Guillermo y María, donde tuve el placer de conocer a un montón de gente guapa, todos relacionados con la música de alguna forma. Compositores, productores y músicos de un nivel brutal y simpáticos a más no poder. Además, el conductor de Lyft que me llevó allí resultó ser un talentoso músico de origen griego con el que intercambié un CD y una charla más que divertida, y quedamos en ir el lunes al EchoPlex de Silver Lake a ver un bolo. Su nombre es Gouaime Divanis, no dejéis de chequear su web.
Cuando llegué a “casa”, las chicas habían alojado a un músico de Nashville llamado Cale Tyson – y a su banda – que anda de gira por la costa oeste, así que éramos siete músicos en menos de 60 metros cuadrados. Paquete completo, paquete Comansi.
Y así terminó mi primera semana en esta impresionante urbe. Un montón de lugares pintorescos y un montón de nuevos amigos musicales que me llevo en la mochila.
Diario de Ruta 7
Walnut Creek es un paraje diferente a todos los que he visitado. Casas rodeadas de verde, con valla blanca a la altura de la rodilla y un paisaje de película de fantasía, tipo El Show de Truman, por poner un ejemplo.
Y la casa de mi querido amigo Mike no podía ser de otra manera. Además, era la última del pueblo, por lo que se veía el bosque desde la ventana del dormitorio que tuvo a bien cederme uno de sus hijos, mi nuevo ídolo del baseball Andrew. Tengo un autógrafo que valdrá millones de dólares en unos años, ya veréis…
Mike y yo nos conocimos el verano pasado, mientras cursábamos estudios con el Berklee College of Music de Boston. La afinidad fue absoluta desde el primer momento, a pesar de nuestras diferencias de background musical y de realidad cotidiana. Recuerdo que nos quedábamos charlando durante horas sobre música y decidimos montar un proyecto online para compartir ideas y crear música por el mero hecho de hacerlo, sin presiones ni más ambición que la de hacer Arte.
Durante varios meses estuvimos trabajando la linea estilísitca y montando demos hasta que tuvimos un par de canciones definidas. Entonces Carlos y yo nos fuimos a la Alpujarra a grabar las baterías del EP Miscelanea y aprovechamos para grabar las de este proyecto también. Luego vinieron los bajos, guitarras, teclados y voces y cerramos las dos canciones de arriba a abajo. Pero Mike se mudó de casa y el proyecto quedó congelado justo antes de entrar a mezclar. Tocaba reanudar la aventura y aprovechamos mi estancia en San Francisco para ello.
El miércoles, Mike me recogió en la estación de Bart y comimos una ensalada (al fin) antes de marchar directos al estudio, donde nos esperaban decenas de instrumentos, un Mac de última generación y un ProTools 11 con plug-ins de serie. Un reto que todo productor debe asumir tarde o temprano. Yo suelo usar 3rd party plug-ins, pero esta vez lo hemos hecho “a pelo“. Y es ahí, en las distancias cortas, donde se ponen a prueba todos y cada uno de los conocimientos que uno lleva en la mochila. Y qué gusto da saber que cualquier plataforma te vale para conseguir un producto de calidad. Sólo hacen falta temazos. ¡Y los tenemos!
Antes de entrar a la cueva, tuve la ocasión de escuchar UTOPIA en un equipo de audio alucinante. Un par de altavoces como yo de altos y de unos 8cm de grosor que generaban un sonido espectacular. Transducción creo que es la tecnología, pero no me preguntes. Parecían comprados en Saturno. Que sonidazo, por Diossssss.
Nuestras ganas de retomar eran tales que entramos directos a mezclar HALF AWAKE, primer corte del EP. Pero nos dimos cuenta de que nos faltaban los coros, así que nos pusimos al aparato. Tras grabarlos (con vocal booth improvisada), hicimos una premezcla y la dejamos reposar para rematarla al día siguiente.
Cena con la familia, una que entonces era extraña para mí pero que, a día de hoy, echo de menos y recuerdo con una sonrisa de oreja a oreja. Nikki es su esposa, una mujer atenta e inteligente que hace las cosas fáciles desde el primer minuto. Andrew, el del baseball, es un crack de los deportes (y del FIFA de la xBox) y Tyler, el benjamín, es un showman que acabó siendo mi team-mate en el partido que jugamos esa noche (si, perdimos, pero no podíamos dejar de cantar “Romelu Lukaku”). Play it safe, my friend! 🙂
El jueves amaneció soleado, y nos metimos nuevamente en la cueva para rematar el tema del día anterior y meterle mano a SPINNING, segundo corte para el que también grabamos unos coros. Luego baño en la piscina (con jacuzzi integrado) y, por la tarde, preferimos comenzar un tema nuevo, así que buscamos una base rítmica, una sucesión de acordes e improvisamos un rato hasta que, mágicamente, encontramos el camino para el que será nuestro tercer tema, PINK LIBÉLULA.
Por la noche, cena en un Thai y luego birras con Pepe Verde, madrileño afincado en Lafayette desde hace más de un lustro con el que tuvimos la oportunidad de hablar de música y reírnos como cosacos. Qué gusto da reencontrarse con gente tan cool a más de 12000km de casa. 🙂
El sábado por la mañana Andrew tenía partido en Pleasant Oaks, pues está jugando los All-Star Games con su equipo. Yo nunca había visto un partido de baseball y tengo que reconocer que flipé.
Tras el partido, vuelta al estudio a rematar la faena porque, a las 6PM, teníamos barbacoa con Asun y Ernesto. Y lo pasamos en grande. Menuda despedida emocionante. Snifff…
El domingo no había tiempo para nada. Mi bus hacia Los Ángeles salía a las 12PM, por lo que debía coger el Bart a las 10AM. Pero me marcho de Walnut Creek con 4 familiares nuevos, dos temas terminados, uno casi a punto y un capítulo más de este maravilloso viaje. Ah, y con un grupo que ya es una realidad: The Open Spaces.
Hasta pronto, familia Mills. Ha sido un honor compartir estos días con vosotros. L.A. allá voy con las pilas cargadas al 110%. ¡Que tiemble la falla de San Andrés! O mejor no… 🙂
Diario de Ruta 5
El lunes era el día de la despedida. Nos levantamos y cada uno fue al lugar del que quería despedirse antes de partir. Carlos fue al Moma, Manolo alquiló una bici para recorrer Manhattan y hacer unas compras antes de pirarse para Cancún y Chadd y yo fuimos a comer al Midtown, para luego caminar por el High Line, una antigua via por la que circulaban los trenes que traían la carne y las conservas a Manhattan cuando estalló la revolución industrial.
El barrio ha cambiado mucho, aunque sigue teniendo las dársenas donde cargan los camiones. Ahora se ven boutiques de grandes marcas al otro lado de la acera, algo curioso cuando menos. Además, los apartamentos de la zona van desde 2M hasta 50M de dólares. En uno de ellos vive el mismísimo Mick Jagger y, al parecer, tiene un ascensor que sube el coche a su casa, de forma que queda aparcado frente a su salón. Es para mear y no echar gota. Son edificios rediseñados por grandes artistas y no sólo remodelan las fachadas, sino que también lo hacen con cada vivienda. Y claro, el precio sube una «miajilla».
Tras recorrer varios kilómetros de vía y ver NYC desde una posición privilegiada, paramos a tomar unas pintas para recuperar energías y pusimos rumbo al apartamento para prepararnos para nuestro último show en NYC. Esa noche tocaba Arlene’s Grocery, vieja conocida de parte de nuestra expedición, y allí encontramos un local de primera, el mejor en términos de backline y profesionalidad.
Nos sentamos en el backstage un segundo y nos dijimos a nosotros mismos “es el último bolo, así que vamos a despedirnos de la ciudad y de nuestro tour como merecen!». Rock!
Impresionante concierto, emotivo y enérgico como ninguno antes. El público entregado y nosotros a todo gas. Allí compartimos escenario con una banda llamada Belly Fire. Increíble trío (batería, teclados y guitarra, todos cantaban) de pop ochentero super fresco. Y después un Rock&Roll Karaoke, parecido al que dió comienzo a nuestra aventura en New Hope, con una pedazo de banda que tenían como repertorio más de 250 canciones de clásicos del rock. Había un libro en el que tú elegías el tema que querías cantar y te apuntabas en una lista. Ellos te iban llamando y a liarla! It’s a long way to the top if you wanna Rock’n’roll! Impresionante!
Fiestuzal hasta altas horas de la manñana y llegó la primera partida: Coche al aeropuerto para llevar a Manolo a su avión, que salía del JFK a las 9:27AM. Lagrimillas y abrazakos. Y vuelta a la realidad.
A las 11 cogimos la limo (Black Car Service of Bucks County, por si venís por la zona – una flota de carrazos con servicio brutal a precios de derribo) y marchamos hacia el aeropuerto de Philly, donde Carlos cogía un avión hacia Madrid a las 4PM. Más abrazos y lagrimillas y una bajona impresionante. Se rompía la compañía tras ocho días de aventura. Sniff…
Nos vamos de esta ciudad encantados por cómo nos ha recibido y por todo lo que nos llevamos en nuestras retinas. Un montón de nuevos amigos, cinco conciertos que jamás olvidaremos y muy buena onda.
Ah, y una noticia maravillosa: Volvemos a la costa este en navidad para hacer otros cinco bolos, esta vez para conectarlos con una gira más al sur: ¡México lindo! Pronto más información en esta web.
Hasta pronto, N.Y.C. It was our pleasure! Próxima estación: San Francisco. There we go, sunny California! 😉
Diario de Ruta 4
El sábado amaneció soleado. Como jugaba el Barça la final de la Champions decidimos ir a verlo (aquí fue a las 14.30h). Había un montón de gente con camisetas blaugrana y otro montón con camisetas del Madrid. Interesante… Por cierto, ¡felicidades a todxs lxs culés!
Allí nos vimos con nuestro amigo Carl, neoyorquino que ya nos hizo de anfitrión en nuestro viaje catorce años atrás y con el que fuimos a un bar a ver el partido y luego a dar una vuelta por Brooklyn para relajarnos y ver algunas tiendas de música, mercados callejeros y un sinfín de lugares de película.
Tarde de birras y vuelta a casa para una ducha rápida y marchar a The Delancey, donde tocamos esa noche. Un local de tres plantas junto al puente de Brooklyn por el que han pasado bandas míticas del país y donde nos sentimos como en casa.
El domingo hacía un día espectacular. Era el momento ideal para dar una vuelta y conocer Manhattan. Empezamos por Chinatown, donde comimos antes de ir a la Zona Cero. Allí pudimos ver la impresionante Freedom Tower, además de pasear por toda la zona empresarial de la ciudad y acercarnos a la bahía para saludar a La Dama Verde. Es impresionante cómo ha quedado la zona tras el 9/11. Emocionante homenaje a las víctimas de tan macabra tragedia, aunque quizás un poquito mercantilizado.
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Después fuimos a Tompkins Square, muy cerca de casa, donde había conciertos al aire libre y un montón de gente del rock, algunos de ellos realmente cañeros.
De ahí subimos a Central Park, donde pudimos descansar un ratito al sol (y quemarnos vivos) y luego pasear por este gran pulmón de la ciudad lleno de gente disfrutando en calma (lo que contrasta con el bullicio de la urbe que lo rodea). Ambiente lúdico-festivo para un domingo lleno de emociones.
Cenamos en Little Italy de camino a casa, un barrio que ha inspirado películas como El Padrino. Acabamos en un restaurante cuyo gerente era un músico italiano que nos trató como a hermanos (e intentó emborracharnos a base de cerveza italiana y grappa alegando que era bueno para el show). Grazie, fratello! Aquí es donde se agradecen las nociones básicas de italiano, por extraño que parezca.
Y, por la noche, a tocar a Otto’s Shrunken Head, probablemente el garito más cool de todos los que hemos pisado aquí. Rockeros y leyendas vivas de la escena neoyorquina en un tiki-bar lleno de muñequitas hawaianas en el que tuvimos el honor de compartir escenario con The 30th Street Blues Band, Luigi & The Wise Guys y The Paul Anthony Project (y luego jam session). Brutal. Como guinda, el maestro de ceremonias, Frank Wood, hizo de la velada un auténtico show. Aquí volveremos, ya está apalabrado. 😉
Luego a tomar unas cerves en el bar del barrio y a descansar. Nos queda sólo un día en la gran urbe, así que toca hacer las maletas y aprovechar los últimos rayos de sol que se cuelan entre los rascacielos.