El domingo pasé el día en un autobús destino a Los Ángeles. El calor era asfixiante. En algunos momentos, el chófer (un tipo mexicano que hizo de mi viaje un deleite con sus historias y apuntes turísticos) debía apagar el aire acondicionado para que el vehículo no se sobrecalentase. En la parada que hace el shuttle en un BurriKing en medio de la nada, el termómetro superaba los 45º.
Mi plan era ir alquilando habitaciones con AirBnB y, cada cinco días, cambiar de barrio. Así podría ver distintas áreas de la ciudad. Pero la primera me dio en la frente. La dueña de la habitación que había alquilado el viernes no dio señales de vida, y me vi el domingo por la noche en L.A. sin un lugar donde caerme muerto.
Gracias al cielo, mi amigo Guillermo Marín y su majísima esposa María me dejaron «okupar» su comodísimo sofá un par de noches mientras encontraba otro alojamiento. ¡Gracias, hermanos! 🙂
Me recogieron en la estación y me llevaron al Santa Mónica Peer, un lugar de obligada visita donde pudimos pasear un rato y cenar. Al día siguiente, paseo por Hollywood Boulevard, la calle donde se entregan los Oscars, se estrenan las pelis de moda y en cuyas baldosas se pueden ver cientos de estrellas con nombres de ilustres personajes de las artes. Ciertamente es una zona para turistas, pero hay que verla. La calle estaba llena de actores disfrazados de superhéroes y de personajes de película. Una risa buena buena. 🙂
Esa noche tuve el honor de acompañar a Guillermo al estudio donde trabaja, Red 57, y pude verlo en acción montando unos videos para la cadena FOX sobre el mundial de fútbol femenino (la FIFA lo está promocionando a saco aquí y, casualmente, las norteamericanas son las favoritas…). Toda una experiencia, sin duda. Y qué máquina el Guille. 🙂
Al día siguiente fuimos a Venice Beach, la pequeña Venecia en L.A., una zona llena de canales donde yacen las embarcaciones de los vecinos que habitan esas casas de ensueño. Luego a pasear por la donde rodaron Los Vigilantes de la Playa. Un skate park, gente en bici, músicos tocando, predicadores abrasando y un olor a hierba que tiraba patrás. Comida en primera linea de playa y tarde de relax.
El miércoles tocaba mudarse. Al fin encontré un alojamiento en la zona de Hollywood, en Ivar Avenue, en un edificio de los años 20’s lleno de gente joven, músicos y artistas de distinto pelaje. Jesse y Melanie me recibieron cordialmente. Él es productor de cine, ella bailaora de flamenco (aunque baila de todo, incluso participó en uno de los vídeos de Jeniffer López). Hicimos migas pronto y echamos la tarde de birras y palique.
A la mañana siguiente me fui a patear toda la zona de Hollywood de nuevo, esta vez buscando tiendas de discos y escuelas de musica. Visité Amoeba Records, la mítica tienda de discos en la que pasé unas horas (me tuvieron que sacar de allí a golpes – qué pasada). Luego visité el M.I. y el SAE Institute. El primero me encantó, el segundo sólo tiene como aliciente que está en el Kodak Building, el edificio donde ruedan Pensado’s Place, una serie de vídeos sobre producción que sigo regularmente.
El viernes tocaba buscar Pawn Shops, tiendas de empeños donde hay de todo, y recorrí todas las de la zona buscando una guitarra, aunque no encontré nada serio. Por la tarde, acompañé a Guillermo a una iglesia a grabar a un cuarteto de cuerda (algunos de sus miembros han grabado música para más de 1000 películas). Cómo tocaban y cómo sonaba el tinglado. Escúchalo aquí.
Además, tocaba también mudarse de casa y de barrio, esta vez a London Street, en Silver Lake, un vecindario famoso por su vida nocturna y la cantidad de artistas que paran por allí. Llegué a casa de Jaden Larue y Sarah Petrella, dos compositoras supertalentosas que me recibieron cálidamente en su morada, una llena de instrumentos musicales y buen karma.
El sábado visitamos Chinatown, donde había fiesta y pudimos ver algo de música en directo y un montón de puestos y tiendas orientales. También tuvimos la oportunidad de lanzar una moneda a la fuente de la fortuna y pedir un deseo. La mía cayó de lleno en el cuenco de la Prosperidad. A ver qué me depara el futuro. 🙂
El domingo barbacoa en casa de Guillermo y María, donde tuve el placer de conocer a un montón de gente guapa, todos relacionados con la música de alguna forma. Compositores, productores y músicos de un nivel brutal y simpáticos a más no poder. Además, el conductor de Lyft que me llevó allí resultó ser un talentoso músico de origen griego con el que intercambié un CD y una charla más que divertida, y quedamos en ir el lunes al EchoPlex de Silver Lake a ver un bolo. Su nombre es Gouaime Divanis, no dejéis de chequear su web.
Cuando llegué a “casa”, las chicas habían alojado a un músico de Nashville llamado Cale Tyson – y a su banda – que anda de gira por la costa oeste, así que éramos siete músicos en menos de 60 metros cuadrados. Paquete completo, paquete Comansi.
Y así terminó mi primera semana en esta impresionante urbe. Un montón de lugares pintorescos y un montón de nuevos amigos musicales que me llevo en la mochila.