El lunes era el día de la despedida. Nos levantamos y cada uno fue al lugar del que quería despedirse antes de partir. Carlos fue al Moma, Manolo alquiló una bici para recorrer Manhattan y hacer unas compras antes de pirarse para Cancún y Chadd y yo fuimos a comer al Midtown, para luego caminar por el High Line, una antigua via por la que circulaban los trenes que traían la carne y las conservas a Manhattan cuando estalló la revolución industrial.
El barrio ha cambiado mucho, aunque sigue teniendo las dársenas donde cargan los camiones. Ahora se ven boutiques de grandes marcas al otro lado de la acera, algo curioso cuando menos. Además, los apartamentos de la zona van desde 2M hasta 50M de dólares. En uno de ellos vive el mismísimo Mick Jagger y, al parecer, tiene un ascensor que sube el coche a su casa, de forma que queda aparcado frente a su salón. Es para mear y no echar gota. Son edificios rediseñados por grandes artistas y no sólo remodelan las fachadas, sino que también lo hacen con cada vivienda. Y claro, el precio sube una «miajilla».
Tras recorrer varios kilómetros de vía y ver NYC desde una posición privilegiada, paramos a tomar unas pintas para recuperar energías y pusimos rumbo al apartamento para prepararnos para nuestro último show en NYC. Esa noche tocaba Arlene’s Grocery, vieja conocida de parte de nuestra expedición, y allí encontramos un local de primera, el mejor en términos de backline y profesionalidad.
Nos sentamos en el backstage un segundo y nos dijimos a nosotros mismos “es el último bolo, así que vamos a despedirnos de la ciudad y de nuestro tour como merecen!». Rock!
Impresionante concierto, emotivo y enérgico como ninguno antes. El público entregado y nosotros a todo gas. Allí compartimos escenario con una banda llamada Belly Fire. Increíble trío (batería, teclados y guitarra, todos cantaban) de pop ochentero super fresco. Y después un Rock&Roll Karaoke, parecido al que dió comienzo a nuestra aventura en New Hope, con una pedazo de banda que tenían como repertorio más de 250 canciones de clásicos del rock. Había un libro en el que tú elegías el tema que querías cantar y te apuntabas en una lista. Ellos te iban llamando y a liarla! It’s a long way to the top if you wanna Rock’n’roll! Impresionante!
Fiestuzal hasta altas horas de la manñana y llegó la primera partida: Coche al aeropuerto para llevar a Manolo a su avión, que salía del JFK a las 9:27AM. Lagrimillas y abrazakos. Y vuelta a la realidad.
A las 11 cogimos la limo (Black Car Service of Bucks County, por si venís por la zona – una flota de carrazos con servicio brutal a precios de derribo) y marchamos hacia el aeropuerto de Philly, donde Carlos cogía un avión hacia Madrid a las 4PM. Más abrazos y lagrimillas y una bajona impresionante. Se rompía la compañía tras ocho días de aventura. Sniff…
Nos vamos de esta ciudad encantados por cómo nos ha recibido y por todo lo que nos llevamos en nuestras retinas. Un montón de nuevos amigos, cinco conciertos que jamás olvidaremos y muy buena onda.
Ah, y una noticia maravillosa: Volvemos a la costa este en navidad para hacer otros cinco bolos, esta vez para conectarlos con una gira más al sur: ¡México lindo! Pronto más información en esta web.
Hasta pronto, N.Y.C. It was our pleasure! Próxima estación: San Francisco. There we go, sunny California! 😉